sábado, 6 de diciembre de 2008

Carta al niño

No hay hermetismo
la ciencia-ficción
es el mejor poema de la realidad

así que sonreí
sacá tu primer diente
hacé travesuras
decí tu primera palabra
cantáme un villancico
y orinate en las cenizas del aguinaldo

pero que no se reserven
el derecho de admisión
para visitar tu pesebre.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Siete puntos para no pensar

Algunas anotaciones al libro “Para no pensar” de Ricardo Marín

Por: Diego Mora(poeta y narrador costarricense)


1. El manejo del lenguaje es exquisito. Es sintético y auténtico. Tiene una voz propia, que ha venido puliendo con los años hasta entregar esta ópera prima que en sus 36 poemas y a sus 31 años encierra una sobriedad y habilidad comunicativa extraordinaria: “Las clases de spinning fueron una estafa en tu cintura/…eso en tu nalga es una celulitis o un camanance” (Desigual).

2. Desde el punto de vista idiosincrático, el libro de Marín es coronadeño. Su lenguaje popular nos da a conocer el Bar Pachis (uno de los bares de “chicheros” en “Coro centro”), el Bar Jikiros (bar antiguo del pueblo), además de la Calle 155 (que cruza la zona comercial del centro) y su Barrio Santa Marta, entre muchos otros lugares; que junto a los personajes marginales que los pueblan (mendigos, borrachos, piedreros, niños explotados, etc.) nos dejan una imagen muy detallada y profunda de lo que es el Coronado de principios de siglo XXI: “Frente a Pachi’s, el niño de las melcochas espera a su padre alcohólico. Mientras, ve pasar su infancia en unas monedas que no le pertenecen” (Instantáneas, calle 155). Éste hecho marca su poemario como una estampa comprometida de su comunidad, cosa que muy pocos han hecho. El ejemplo más conocido es “El Jaúl”, del también coronadeño Max Jiménez, pero desde otra óptica y evidentemente desde otra posición social diferente a la de Marín.

3. La rabiactividad (ese concepto que trata de condensar la rabia por las injusticias con la acción social) está presente a lo largo del libro, como un fiel reflejo del compromiso con las clases populares. Hay denuncias del tráfico en las calles (en el poema Hora pico), de la inoperancia del gobierno local […y abren municipios por las mañanas/creyendo de alguna forma/ser parte de la historia porque/toman café con el gobierno (poema IV)], del alto costo de la vida [“Entre el recibo de la alarma/y el pago del guarda en bicicleta/el fin de mes es un gancho fulminante” (poema 34-A)]; ejemplos que nos dejan una sensación de denuncia social abierta y en franca oposición: “Bienaventurados los pobres de canasta básica, porque ellos trabajarán dos o tres veces” (poema IV).

3. “Sobrio/sos un cínico insoportable”, dice Marín en su Ars poética. Y es que el autor lleva el cinismo a su máxima expresión: la risa. Pero no una risa de entretenimiento sino de resignación. El cinismo se encuentra en una etapa de gran apogeo principalmente en las generaciones poéticas más recientes, debido a la impotencia y la falsedad que significaría hablar de utopías a estas alturas del capitalismo. En este sentido la poesía costarricense atraviesa por una etapa cínica que se opone por ejemplo al estilo debraviano de lucha popular izquierdista o de los trascendentalistas que sólo buscaban “la belleza del mundo” o de la generación de las luchas populares centroamericanas (Corrales, Retana, Ochoa) que de una u otra manera retomaba las concepciones debravianas. Esta nueva generación en la que podemos adscribir a Granados, Chaves, Trejos y por supuesto a Marín lleva un tono poético donde el sarcasmo es el pan de cada día, mezclado con ese mal llamado posmodernismo que inevitablemente nos ha acercado al mundo “del i-pod y la web” como menciona el propio Marín en el poema “Heidi”. Sus críticas jocosas nos dejan un sabor amargo en los labios: “En el fracaso de un huevo frito nace uno revuelto de menor tamaño/…allá lejos/despierta una guerra/donde todas estas cosas/no amanecen” (Bagdad 7am).

4. Vemos la presencia de un yo lírico de gran autenticidad, que sabe de lo que está hablando y lo dice con la autoridad del que está inmerso en ese mundo; que se muestra con total franqueza y desnudez: “Sudo por igual en los karaokes y en las iglesias/ni tan siquiera soy un buen tipo/el plastigel me hace caspa/no sé bailar cumbia/y la china del restaurante no me da pelota/soy el anónimo que toca el timbre y sale corriendo” (El empujado). Este lenguaje coloquial y pueblerino en cuanto al contenido es lo que convierte el libro en una obra sumamente original y llena de verdades cotidianas de una clase media cada día más resignada a la clase baja.

5. Los poemas de la segunda parte se caracterizan por su corta extensión, casi tirando a haikus: “Aplastada en la calle/y con lápiz labial/la colilla del cigarro/humea” (poema III). Por su parte los poemas de la tercera parte y final tienen una similitud de contenido: todos son elegías a mujeres, algunas marítimas, otras aéreas, Bo Derek en fotografía, la muerte, chicas universitarias…todas evocando momentos y circunstancias: “despeinada/no es que te veás más guapa/en este poema/pero con un toque de suerte/tal vez lo leás/y me marche por un rato a dar una vuelta/y te mienta/y me calle” (Desigual).

6. La añoranza de una época anterior queda plasmada constantemente en el poemario: “A fin de cuentas/prosperaste en glamour/…en la poza del pueblo/tu cuerpo fue un lirio desnudo bajo los pinos” (p.50). A lo largo del libro encontramos referencias a antiguos compañeros de escuela, chicas de pozas que enseñaban los calzones a los 13, encontramos a su abuelo Pata’e pluma; y es un regreso triste y difícil de asimilar: “entro a esta casa como quien entra/a un campo minado y da con las herencias:/la esquizofrenia en las várices de mi vieja/la epilepsia en los lentes del viejo” (Regreso).

7. Comprar el libro de Ricardo y no esperar a que él te lo regale será una muestra digna de aprecio por su obra y por ende también del resto de artistas locales que con gran esfuerzo y dificultades publican sus trabajos. Lo menos que podemos hacer es leerlo como corresponde y esperar que algún día alguien lo tome por azar de nuestro estante de libros y lo deje también prevenido para no pensar.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Sobre el poemario Para no pensar de Ricardo Marín, por Felipe Granados.

Después de elaborar un largo test de qué no es y qué es un antipoeta, el único escritor auto designado como antipoeta oficial, Nicanor Parra, nos dejaba la opción abierta, sin ni siquiera aclarar que se puede escoger todas las anteriores.

En un intento de aproximación a la poesía costarricense más reciente, Juan Murillo, analizaba un grupo, siempre subjetivo como en todos los actos humanos, de poetas donde me incluía, llamándola antipoesia costarricense. Vamos de nuevo a Parra, la cita de Murillo hablaba de los poetas que bajaron del Olimpo, pero en su definición de qué es y qué no es anti, Parra dejaba un territorio tan abierto y basto como el Atacama, puestos en el contexto, podríamos resumir que la antipoesia era todo lo que no sonara a Huidobro, Neruda o De Rokha.

Axioma falso, no se puede bajar del olimpo si toda la vida viviste en Hatillo, estos poetas no bajan del olimpo, bajan de la peri y otras líneas de transporte menores.

Pero no voy a hablar en nombre de mis compañeros de oficio, esa camisa me queda muy grande, puedo hablar de mí, y puedo hablar de Ricardo porque es ahí donde quiero llegar.

Para no pensar, el libro que nos junta hoy.

Al grano, acá no existe un pequeño dios creacionista, no existe un Neruda vaca sagrada y mucho menos ese toro furioso De Rokha.

El trascendentalismo no justifica un parricidio poético, su existencia me conmueve hasta la carcajada, todo manifiesto no hace más que enumerar su colección de errores, asir algo vivo y que late como la poesía no deja de ser el viejo intento de atravesar el alfiler sobre una mariposa.

Ese insecto que fija el entomólogo, ya no es, fue.

Una mariposa no es eso disecado que se guarda en la gavetas, pero ya lo dijo Cortázar, las famas ponen calcomanías con nombre a todos los recuerdos.

Creo que en mi caso y en el de Ricardo, nuestra experiencia de lenguaje pasa antes que por Parra, por intentos poéticos más cercanos geográficamente, sin ir más allá del Caucazo, la vanguardia granadina, o el bruto maestro de la puesta en el sepulcro, o el cura que cantó a la muerte de Marilyn Monroe. Más al norte de allí, el sentido del humor y oído para el vulgo de Roque Dalton. Evidentemente no venimos de Paz, excepto algo de Joan Bernal, quizás el único místico que vale la pena escuchar, pero sí del peatón de Sabines, sí de Efraín Huerta, los inflas y si fuera hacia el sur la lista también es larga, yo cito al primer Girondo, mi intento es tocarle los calzones a la poesía, esos mismos calzones de la futura Magdalena del verso de Ricardo y en mi credo particular la figura irreverente de Luis Rogelio Nogueras. Con Jattin, ni siquiera lo intento, ese poeta es un santo y los santos se respetan.

Pero, y hago la salvedad cobarde de curarme en salud, no dejar por fuera las malas traducciones de buenas novelas gringas y europeas, (atentos a las citas de Ricardo, Kerouak, Bolaño, Kundera), mis poemas le deben más a Miller, Burrougs y Alexander Obando que a la tradición de la lírica criolla , en mi defensa diré que no escribo novela a falta de talento pero que frente a la estupida pregunta de mi libro en la isla desierta, seguramente conociendo mi afán voraz de lectura no llevaría un poemario, preferiría la novela mas gruesa de Lobo Antunes. Eso o un manual de cómo construir barcos en una isla desierta.

Creo, y en esto declaro algo que los que me leen intuyen, que mas que Parra prefiero a Ian Curtis, que más que Vallejo, le debo a Trent Reznor, que antes de tragarme la obra completa de algún lego especialista en colocar alfileres al lomo de esas mariposas, cada vez prefiero más el ultimo disco de calle trece, y si, como no, los de atrás también vienen conmigo.

El lenguaje que encontrás en este poemario esta más cerca de las cartas al profesor corazón, los masmedia digo, que la intención estética de destronar a un dios inexistente, no hay rey muerto, viva el rey.

Atreviéndome a morir apedreado diré que estoy de acuerdo con el poeta turrialbeño más leído, yo también prefiero la risa franca del mecánico, yo escribo con las manos sucias y la hoja se mancha de eso. Todos nos cansamos de tratar de aplanchar la vieja camisa de domingo en que se convirtió la poesía de Costa Rica.

Ricardo dice que le pagan con una cuenta abierta en un bar de Coro, donde se hacen bien las cosas, su trabajo de columnista de un periódico pequeño. En la oficina donde fuma y bebe café le toca lidiar con maridos que olvidaron el amor a punta de pichazos literalmente, o tal vez ya no reconocen a la que quisieron debajo de sus ojos, los de ella, moreteados. Sus poemas, dice él, a veces se le van y buscan otros trillos. Sus poemas tienen más de autobús que de antología, hieden más al cigarrillo para espantar los bichos que al insulso formol de las facultades. Inevitablemente se tiñen del sudor de la mejenga, de la gota que resbala de una Pilsen.

Lo voy a decir ya para acabar, lo que hago, ¿puedo ponerlo aquí Ricardo? Tiene más las virtudes y defectos de un andamio que la cara decorativa y prudente del altar, me parece un error que si queres escribir, escojas la carrera de filología, yo no quiero que me enseñen a leer, yo escribo, punto.

No me interesa al alfiler, devuélvanme la mariposa.

Y como bien dice Parra. Me retracto de todo lo que he dicho.

Felipe Granados. Octubre 2008

viernes, 24 de octubre de 2008



Miércoles 29 de octubre, 7 y 30 p.m.
CASA CULTURAL AMÓN

(250 norte del hotel Aurola Holiday Inn)

Presentación del poemario

PARA NO PENSAR

de Ricardo Marín

(Ediciones Arboleda)

Comentarios de Felipe Granados



Les esperamos

Tradicional copita de vino

jueves, 9 de octubre de 2008

Las Solamavi

La ventana principal abierta de par en par. El olor a cebolla a la plancha se siente a 50 metros a la redonda. La madrugada se acerca a Coronado con la misma inercia después de 24 horas de exilio.Aquí siempre es una parada obligada, un peaje de frituras y chalupas. De la ventana hacia dentro, las mujeres Solamavi esculpen el fuego, hierven leche, cocinan tortas de carne, rallan el repollo, fríen papas, parten con exactitud el tomate, tienen sueños, se (des) enamoran, abandonan su faceta de madre, de abuela, de tía, de amiga, de vez en cuando sonríen, guardan el secreto de la mayonesa de su tribu como un tesoro perdido, dialogan entre ellas, dialogan con los clientes, toman y dan ordenes, a ratos bostezan. De la ventana hacia afuera, están los taxistas, los piratas con aire de taxistas, los alcohólicos, los pedreros, muchachas que regresan de las discos con dolor de piernas, chóferes de bus con ojeras, los que regresan de los karaokes convencidos de que cantan, motociclistas que invitan a sus novias a tomarse una crema en leche y entre tacos y salchipapas se juran amor eterno, solteros frustrados, solteros con suerte, viudas que alegran su soledad a punta de colesterol, cruzrrojistas con insomnio, carteles pegados a la pared del tipo: “ofrezco mis servicios como chofer, buenos modales, educado, honrado, favor llamar al tel ... y preguntar por Pancho”, “Campaña de castración de perros y gatos”, “ Retiro espiritual para parejas”, “Jesucristo Viene”. En el VIP del salón, hay una familia o eso nos quieren dar a entender, el padre se come los restos de una empanada arreglada que dejó su esposa, los hijos menores pelean por la orden de papas, la hija mayor pide una coca lihgt para comerse un par de tacos. En otra mesa, un hombre, chaqueta de cuero y ceño fruncido, toma solamente un café, enciende un cigarrillo y mira la tele sin interés de lo que sucede a su alrededor. Las mujeres Solamavi mientras tanto, apaciguan a sus clientes de la ventana con sonrisas.

-Ya casi está la doble carne con doble queso guila- me dice Sonia, una de las Solamavi.
– ¿con cebolla? digo que sí
– ¿la cebolla cocinada? Me pregunta haciendo sí con la cabeza, yo vuelvo a decir que sí.
– ¿ y a la doña no le va a llevar nada hoy? Me dice en son de broma, digo que una con jamón y queso.

No hay otro lugar de comida rápida como este, pienso. Y si los hay deben de ser esenciales para la humanidad como este: mujeres Solamavi de gabacha azul, alimentando a toda una masa de noctámbulos, una masa que se niega a volver a casa con las manos o el estómago vacío, una secta que se encuentra por un momento y tal vez nunca se vuelvan a ver y solo tienen en común el gusto por la mostaza y la noche. El sonido del freidor es una música inclaudicable, el aire en la calle es frío, no hay ni una mosca, en la radio suena un clásico de cumbia, Laura, otra de las Solamavi, canta. El cuida carros mudo hace señales que nadie entiende. Cada vez llega más gente y más órdenes y más entregas. Las Solamavi tienen memoria fotográfica, no apuntan, memorizan. Doña Digna cobra, Sonia le da vuelta a las tortas, Laura está en la licuadora cantando, María atiende el VIP del salón.

-Nene, la doble queso y doble carne lleva un palito, me dice Sonia.

Recibo la bolsa plástica con las dos hamburguesas dentro, me deben de brillar los ojos y el paladar, le entrego el dinero a doña Digna y pido una crema en leche como la novia del motociclista a la que todavía le están jurando amor eterno .Mientras, Negra, Macha y Canelo, los perros obesos, los mimados del local, duermen en la acera. Negra tiene pesadillas o convulsiona, Macha está a punto de tener un ataque cardiaco, Canelo ronca, la clientela no puede creer que sean perros o viceversa. Llegan más taxistas, más piratas, más motociclistas, las Solamavi lanzan más tortas, más repollo, más sonrisas. Así, madrugada tras otra, como el último clan perdido de las amazonas, las Solamavi esculpen el fuego y tienen el don de llevar en sus manos todo el pan, el humor y las calorías necesarias para absolver a todos sus feligreses.

martes, 16 de septiembre de 2008

JARABACOA Y EL POEMINABLE POETA DE LA CAMISA ROJA

Llegamos pasado el medio día a Jarabacoa, justo para el almuerzo y para la inauguración del VI festival de Poesía en la Montaña Jarabacoa 2008. El evento era en el Centro Salesiano, como a unos 2 km del pueblo. Al festival asistirían varios talleres literarios de distintas provincias, como el taller Literario de Bonao, el de Mao y el de San Cristóbal, además de la presencia de poetas de la vieja guardia de Dominicana(no hace falta nombrarlos porque se sabe quienes son). Poco a poco el Centro Salesiano, conforme llegaban los y las poetas con sus boinas, trajes enteros, equipajes y libros, el Centro Salesiano empezó a tomar aire de villa olímpica. Un poeta hablaba de que venía llegando de impartir un taller en una escuela y que graduó a 34 poetas. No sabía que había una escuela de poetas, la primera en el mundo. ¿Para qué?. Me pregunto. ¿O qué hace un poeta con el título de poeta?

Después del almuerzo, fue la apertura del festival, el micrófono estaba abierto a cualquier poeta que quisiera dar inicio al festival y habló entonces el poeminable poeta de la camisa roja.


El poeminable poeta de la camisa roja, fue el primero de leer en el festival. Un hombre tipo Coronel Sanders, con bigote, pero sin receta secreta, inicio su discurso con algunas palabras algo así:

- Soy el poeta de la camisa roja, me siento muy complacido en inaugurar esta escalada poética que vamos a tener por tres días en Jarabacoa. Antes de iniciar mi lectura, quisiera decir una reflexión: Debemos dar muerte a todos esos poetas que desean bachatear la poesía, muerte a toda esa poesía bachatera que no tiene ningún encanto. Porque la poesía tiene que encantar, si no, no es poesía. ¡Muerte al verso libre y a quien los crea!. Por eso es que yo siempre he mantenido la rima en mi obra literaria. Porque, la poesía fue inventada para ser escrita en rima y para adorar la belleza, también escribo endecasílabos los cuales amo, los alejandrinos son mi pasión. Allí en el stand de los libros está a la venta mi disco compacto a $ 350 para quienes están interesados en escuchar mis poemas con mi propia voz.

Después de un silencio profundo e intencionado, leyó algo así como:

El gato
Sentado en el plato
No es un gato
Sino
Una momia de Guanaguato
Pero las flores nacen en el suelo
Y ese es mi consuelo...

- ¡Mae!, creo que nos equivocamos de lugar. Le digo a William al oído para no interrumpir al poeminable poeta de la camisa roja.

-¡Sí mae! pero la poesía tuya no es bachatera, más bien cumbiansera.

Nos reímos tapándonos la boca, pero alguna parte del público(poetas y familiares de poetas) se dio cuenta y nos hizo callar.

-Shhhhhhhh por favor.

Yo me tapé los oídos por unos segundos y solo contemplaba los movimientos de la boca de poeminable, articulaba gestos alargando las oooooooooo o las uuuuuuuu, o las eeeeeeeeeeee y los diptongos o los hiatos y las tildes, alargando la cola del gato y las flores. Leyó, uno, dos, tres, cuatro poemas. Poeminable terminó su lectura y levantó la mano en señal de triunfo, dos personas aplaudieron, poeminable seguía levantando la mano, como un boxeador con la cara irreconocible al final del último round, perdiendo por decisión unánime y levantaba la mano por puro orgullo. Esa fue la única vez que poeminable leyó.

Luego leyeron otras voces poéticas, luego fue el turno del Círculo literario y de escritores de Bonao, luego proyectaban la película La Sociedad de los Poetas Muertos. No fui a ver la película, ya que me quedé en una gradas compartiendo wiskhy con la poetiza Elsa Expósito. Doña Elsa, más que poetiza, es una iniciada creyente en la reencarnación y una periodista, enemiga del oficialismo y una buena compañera de tragos. La noche empezaba a llegar con una nueva lectura de poetas jóvenes de la Fundación Literaria Aníbal Montaño De San Cristóbal, incluso uno de estos poetas cantó hip hop y la noche se despoetizó un poco para bien de la misma noche y del festival. Esa noche conocí a Isidro, a Henry el tipo Polo Che, a Israel, a Augusto Bueno y a Richard y su voz de ultra tumba. Terminaron las lecturas del primer día y empezó la fiesta. William y yo sacamos las botellas de guaro Cacique para compartir con los nuevos amigos del festival. Al principio no les gustó el sabor del guaro, pero poco a poco se les fue durmiendo la lengua y el guaro fue la bebida predilecta esa primera noche. Isis, Rosalina y Alejandro también se unieron a la noche de Cacique. Al frente del Centro Salesiano, estaba un bar medio clandestino donde todos los poetas terminaron la noche. En una mesa principal estaban los poetas oficiales de Dominicana y de pie los poetas jóvenes comentando de quienes estaban sentados en la mesa principal, la mesa principal no se preguntaba quienes eran los poetas jóvenes o no les interesaba el tema y esto le molestaba a los poetas jóvenes. William y yo pedimos un Brugal y nos sentamos con los poetas jóvenes en una mesita escondida a la principal.

- Bueno, o hacen algo para hacerse oír o se ponen una corbata y hacen fila india para estrecharles la mano. Les dije, mientras en vasitos desechables repartía el Cacique.
- ¡Siempre es la misma mierda!, si no escribes como ellos estás frito. Dice Richard mientras arruga la cara con el primer trago.
- Entonces, lo que tienen que hacer es organizarse y no andar llorando y haciéndose la víctima. Dice William
- Coño! Ustedes no entienden nada de lo que pasa acá. Dice Richard.
- Dame más de eso. Me dice Isis señalándome la botella de Cacique.
- Ustedes no saben como es la cosa de la poesía acá. Vuelve a decir Richard. Y volvía a arrugar la cara.
- ¡Puta madre! Vamos a tomar o vamos a llorar?. Además no hay que tomarse la poesía tan en serio o ustedes creen que ese famoso poeta de ustedes vive de la poesía? Les digo en un tono poco violento.
- No, el tipo es banquero. Me contestan en conjunto.
- Ok, a tomar pués.

En la pantalla del bar ponían videos de Wilfrido Vargas y de Sandro. A William y a mí nos gustó la esposa del dueño del bar. William se lo dijo, yo no. Y el esposo, un tipo que además de tener un bar, escribía poemas y además de escribir poemas tenía una esposa muy guapa y además de la esposa, tenía la facha de un luchador greco romano. William se lo dijo y yo no. William casi tiene problemas, yo no. Se acababa la noche y el Cacique. Ya los poetas amigos estaban muy “contentos”. Nos devolvimos mareados al Centro Salesiano, como si toda la Repùblica Dominicana naufragara en medio del Caribe. William y yo decidimos quedarnos a dormir con los compas de la habitación 11 y no en el hotel del pueblo donde nos reservaron. Estaba ya en mi camarote tratando de dormir cuando solo se escuchó una voz de terror:

-¡Raimundo Maricón!

-Es por el Cacique. Le digo a William pero este ya roncaba.

Medité sobre mi primer día en Jarabacoa. Las montañas, los ríos y sus pozas, la ira de los aguaceros, la motoconcho que lleva a la madre, a sus dos hijos y las compras del mercado, las ventas ambulantes de juguetes chinos, el vendedor de cds y dvds de bachata y Spirdeman III, el Colmado y su gente jugando pockér, el kiosko del parque donde los niños le dan la vuelta hasta marearse. Jarabacoa es un lugar poético, excepto cuando llegan los poetas.

Nuestra lectura era hasta en la tarde. Con el ron y la idea de que había sido invitado al festival en mi cabeza traté de encontrar el sueño. Por hoy es suficiente. Cacique Costa Rica 2, poetas jóvenes de Dominicana 0. Brugal Dominicano 2, Poetas de Costa Rica 0.

martes, 9 de septiembre de 2008

República Dominicana

Pasamos frente a The Girls House

La noche la terminamos tarde. La iniciamos en una mesa del Conde, viendo pasar a todos los transeúntes de la Zona. Digamos que estar sentado en el bulevar de la Zona, es como estar sentado en la Avenida Central de San José pero con sudor, sin lluvia y con una Presidente en la mano, y en vez de la tentación de tocarle las nalgas a la escultura de la Chola, en Santo Domingo dan ganas de espantar las palomas que cuitean las nalgas de la mujer que escribe al pie del monumento de Cristóbal Colón. Estamos en la mesa Basilio Belliard, Valentín Amaro, poetas dominicanos, Adriano Corrales, William Pérez, y yo. William se concentra en unas chicas que pasan y que no le dan pelota, los otros tres poetas hablan sobre el Festival de Poesía en la Montaña Jarabacoa 2008 y de toda la comitiva de poetas que asistirá, yo, mientras tiro la ceniza del cigarrillo, pienso si Sofía se habrá acordado de regar las plantas y de pagar el recibo de la luz de la casa. Anochece y la luz amarilla de los mercurios empieza a encenderse, de pronto la Zona se vuelve amarilla, amarillas las botellas de Presidente, amarillo el negro que me ofrece Mamajuana y no marijuana, amarilla la idea recurrente de que voy para un festival de poesía, amarillas las uñas plásticas de la mulata que pasa y nos saluda, amarillo el cenicero, las mesas y las servilletas, amarillo el bigote del turista que fuma Camel a lado de nosotros, amarillo el sonido de las voces del bar, amarilla la mirada del niño que quiere limpiar mis zapatos.

- Mister, ¿le limpio los zapato?
- No amigo gracias.
- Entonce regáleme algo pa comprame unas tenni.

Le doy 10 pesos y el niño pone cara de mentarme la madre, se va para otra mesa y el turista que fuma Camel no le da nada, el niño se aparta de las mesas y empieza a caminar, yo lo sigo con la vista, hasta que se pierde entre la multitud que se detiene frente al Hard Rock Cafe a tomarse fotos.

Nos vamos de los Condes con el poeta Basilio Belliard a la presentación de la novela: La Breve y Maravillosa Vida de Oscar Wao(premio Pulitzer 2008) del escritor Junot Díaz en el hotel Meliá. Nos costó encontrar parqueo. Llegamos justo cuando Frank Báez inicia el conversatorio con Junot, el salón está a reventar, al lado de Junot se sienta una señora que lo único que hizo fue leer una frase y mover la cabeza afirmativamente durante toda la presentación. Junot habló de su obra de una manera sencilla y divertida.

- No sé de donde sacan a veces eso de que los escritores deben de sufrir mucho para hacer una buena obra. Le dice un hombre a una rubia que estaba a su lado.
- Mira, acuérdate de Rimbaud y Heminway, fueron tipos que el diablo los persiguió hasta la muerte. Contesta la rubia.
- Eso es lo que tu crees, lo de ellos era pura pose, los tipos en realidad se la pasaban bien, creo que la gente confunde soledad con dolor.
- Bueno sí sí, pero shhhh cállate, no seas irrespetuoso. Dice la rubia y se hace una cola en el pelo con una liga.

El aire acondicionado está a full y el sudor de mi frente empieza a desaparecer. La presentación finalizaba con preguntas que le hacía el público al escritor. Una mujer pregunta que en qué debería de cambiar República Dominicana.

-Fácil, juntar a todos los políticos y estallarles una bomba atómica. Contesta Junot.

Casi grito que inviten también a los políticos o algunos cantantes de mi país. O creo que lo grité pero por los aplausos de la gente nadie me escuchó. Un tipo que llevaba tamaño rato de levantar la mano, le dieron el micrófono para hacer su pregunta:

- Junot disculpa, es que ya me tengo que ir, me estoy muriendo de hambre y quiero tener el honor de ser el primero en tener tu libro autografiado.

El tipo se dirige hacia el escritor y este se lo firma.

- Al menos este tipo tiene huevos. dice Junot.

El evento termina con degustaciones y copita de vino incluida. Frank me presenta a su novia y a algunos de sus amigos, dentro de ellos está Homero Pumarol, un poeta dominicano que junto a Frank, me han enseñado que la poesía esta ahí no más, que no es cuestión de diccionario ni inspiración, sino más bien, como decía Max Jiménez: “de agacharse y recogerla en cualquier parte”.
Salimos del Meliá con Basilio y regresamos a la Zona, caminamos por calle Las Damas, William y yo de nuevo con una presidente en la mano, Adriano habla con Basilio sobre un poeta cubano, que escribió un gran poema sobre el Colmado. William y yo hablamos de Apocalipsis now y de la escena del helicóptero, un carro pasa con la suspensión averiada y pega el parachoques trasero cada vez que hay un desnivel en la calle.

- ¡Mae!, oiga esa lata de atún como suena. Me dice William.
- Sí mae, pero ninguno de nosotros tiene una lata así en Chepe.
- Tenés razón, uno va a otro país a jugar de turista y en el nuestro, a veces, no tenemos ni en qué caernos muertos.
- Es un problema de cultura.
- Como
- Si si mae, hay gente que ahorra hasta dos años para vacacionar una semana, y el día del viaje, aunque vengan para un país caluroso como este, se ponen un traje entero para lucirlo en el aeropuerto.

Notamos que nuestra conversación no tiene sentido y caminamos en silencio, el carro con la suspensión averiada ya no se ve, pero a lo lejos se escucha el rebote de su parachoques contra el suelo

Llegamos al bulevar y hay música electrónica en uno de los café. Ya son más de la media noche y decidimos irnos a la pensión donde estábamos alojados. Antes, hicimos parada en un colmado, una Presidente jumbo, tres vasos y un surtido de embutidos con queso. Basilio no toma.. Una pareja baila un merengue de Jossie Esteban y la patrulla 15, el tipo se mueve lento, su apariencia esbelta y pálida junto con su traje negro le dan un aire de cochero de Drácula, la tipa se mueve con sabor, anda descalza, falda rosada, pelo rizado y sonrisa de femme fatale, el tipo baja su mano y le roza una nalga, la tipa le sube la mano y le da una palmada como regañándolo, él sonríe y le muerde una oreja, ella hace su cabeza hacia atrás y empieza a mover las caderas como un péndulo. Nos terminamos la cerveza y todos tenemos cara de sueño, otra vez la electricidad en mi cabeza de que iba para un festival de poesía, William y Basilio bostezaban, Adriano concentrado en el péndulo. Salimos rumbo a la pensión, en el parque Independencia unas sombras encendían el bazuco, las calles desoladas, Basilio no hacía las señales de Alto sino que pitaba, yo cerraba los ojos en cada esquina. Nos despedimos de Basilio. Al entrar a la sala de la pensión nos encontramos unos gringos carcajeándose viendo Big Mamas en la tv por cable, la chica de la administración nos saluda, el sonido de los ventiladores era una clase de yoga para los mosquitos. En la habitación al lado de la nuestra se escuchaba una ducha abierta, me imaginé al cochero de drácula y la femme fatale terminando su merengue.

William y yo amanecimos con resaca y de nuevo con una Presidente en la mano. Llegamos a la estación de Caribe Tours media hora antes de que el autobús partiera rumbo a Jarabacoa, el guaro Cacique y los poemas en el equipaje. Allí conocí un grupo de poetas jóvenes de Santo Domingo invitados al festival, Nicole, Rosalina, Isis y Alejandro. Alejandro no era poeta, era médico masoquista que acompañaba a su novia a un festival de poesía. Se escuchó una voz por los parlantes que en la fila 12 estaba el bus que nos llevaría. Poco a poco nos fuimos alejando de Santo Domingo, en un muro de las afueras de la ciudad se leía el graffiti:”Cristo está pronto a venir, arrepentíos”. El efecto de la aspirina y la idea del festival de poesía se reencontraban en mi cabeza.

viernes, 5 de septiembre de 2008

República Dominicana (día 1)

De un aeropuerto a otro


Llegar a República Dominicana no fue fácil. Primero: conseguir mi boleto, segundo: pagar un taxi de San José al aeropuerto, tercero: ir a un festival de poesía, cuarto: ya en el aeropuerto, ver la cara de mi amigo William subiéndose a un avión por primera vez, quinto: recordar nuevamente que iba a un festival de poesía. El vuelo se atrasó hora y media en mi país y como tres buenos ticos nos quedamos en la sala de abordaje mirando el partido de Saprissa, que como buenos ticos también disfrutamos su perdida. Compramos en la duty free unas botellas guaro Cacique en son de hermandad para los poetas dominicanos (eso es otra historia). Ya en el avión, William anhelaba la ventana, al final, nos dieron asientos separados; Adriano y yo de un lado, William en otro asiento al lado del pasillo, William no hizo cucharas pero casi. Siempre me pasa lo mismo cuando despega un avión y voy dentro, pienso en la muerte, en un aterrizaje forzoso en medio del océano, o que el avión parta en mil pedazos un ave nocturna y siempre toco la parte de abajo de mi asiento para comprobar si efectivamente está mi chaleco salvavidas; ahí estaba. El avión despega y me despido de mi país en silencio, mientras tanto, los esposos rusos, sentados a dos filas de nosotros, juegan con sus hijos gemelos y les cantan canciones de cuna en ruso. Me imaginé a Chejov pensando en caca de bebe y pañales para escribir sus cuentos, me dio risa, Adriano me mira asustado. Estamos sentados a pocos metros de los que viajan en clase ejecutiva, una simple cortina nos divide de clase social o aérea, porque en esta aerolínea no existe la primera clase, es decir, lo que no sucede en la tierra, existe en el cielo aunque sea por unas horas. La aeromoza reparte pan y refrescos con una sonrisa angelical pero laboral, no le creo, William trata de mirar por la ventana pero el señor canoso de su lado tapa la ventanilla, Adriano lee Mi Siglo de Gunter Grass y estornuda. Me duermo por hora y media y pude haber soñado. Uno de los gemelos rusos grita y me despierto, sus quejidos son un balazo directo a la sien, la madre le trata de hablar cariñosamente pero su idioma no se lo permite. Se escucha en los parlantes que pronto aterrizaremos en Santo Domingo, el rusito deja de llorar. Es de madrugada y el avión va aterrizando en cámara lenta. Tardamos un rato en salir del avión porque la puerta de salida se atoró. Salimos con el pasaporte y el cacique en la mano, la poesía bien escondida (eliminar rima) en las maletas. Pagamos el impuesto de turista y cumplimos con el papeleo de migración, caminamos por un pasillo desolado hacia la puerta de salida del aeropuerto las Americas. Allí había gente con pancartas que levantaban cada vez que veían a alguien con cara Jack Solommer, Ana Vestarga, Ulises Vispenta o algo así. Salimos con la ilusión de ver a los amigos del festival de poesía Jarabacoa 2008. Pasó una hora, dos, nadie llegó por nosotros y esta bien me dije, además no somos poetas griegos para que nos tiraran flores o nos esperara la prensa o la academia. Nos quedamos hasta el amanecer en unas bancas. Pensé de nuevo que iba para un festival de poesía y me deprimí. De vez en cuando salía a fumar donde estaban los taxistas, pasaba del aire acondicionado del aeropuerto a la temperatura ambiente y es una sensación difícil de explicar. Pregunté a los taxistas a que hora salía el bus hacia Santo Domingo y me contestaron que qué coño era eso. Amaneció alrededor de las 6 30 AM, Adriano y William dormían con lentes oscuros sobre una banca, de fondo, el rótulo del Super Hipódromo Sports, la mujer de la limpieza parecía que apostaba con el guarda a ver cual de los dos poetas se despertaba primero, cualquiera diría que eran una ojerosa banda de rock que no renunciaba a los años 70. Los dados se habían tirado, nadie iba a venir por nosotros. El único chance de salir del aeropuerto lo tenía en mi billetera, el número de teléfono de la casa de Frank Báez. Supuse que Frank ya estaba levantado, me dirigí al teléfono público más cercano y solo funcionaba con monedas de 5 pesos, compré un Mangú en la soda del aeropuerto para tener suficiente cambio. Marqué el teléfono y se escucharon tres timbrazos, me contesta una señora, que al final resultó ser la madre de Frank:
- Buenos días señora, ¿se encuentra Frank Báez?
- ¿Padre o hijo?
Me quedo razonando unos segundos, pensando que si el Frank que conozco tiene hijos, a lo mejor me contestaría un niño.
-¡Hijo!. Contesté con duda y quedé a la espera. Al rato contesta Frank con voz soñolienta y lo que acá vengo escribiendo en dos páginas
se lo dije en 15 segundos. De momento Frank no entiende y se corta la llamada.
- ¡Puta sal¡. Grité con furia.
Una mulata con un revólver en la cintura me miro de reojo y de nuevo más y más monedas de 5 pesos. Al final Frank me dijo que fuera a su casa y ahí nos calmábamos un poco.
- Ok, dije. Apuntando en una servilleta la dirección. El día apenas empezaba


Llegar a la casa de un Poeta

Después de regatear un rato con el taxista, no hubo forma de que nos bajara la tarifa del taxi. Le doy la dirección de la casa de Frank, las maletas en la joroba del taxi y dentro de las maletas los poemas. Tomamos la autopista hacia Santo Domingo. El taxista, un tipo moreno, de unos 65 años, con lentes culo de botella, zigzagueaba de un carril a otro, nuevamente pienso en la muerte y que voy para un festival de poesía. A 110 km por hora, el mar caribe parecía un gran dragón chino que se despertaba. Nos fuimos adentrando a la cuidad con Alejandro Fernández como banda sonora. Había embotellamiento en el puente Duarte, las motos pasaban hasta con cuatro personas guindadas en ellas, las guaguas a reventar, la vista a la ciudad invicta, el taxista no usaba las direccionales y de vez en cuando tocaba la bocina con el codo. Doblamos a la derecha y pasamos por debajo del puente buscando la Washington, un travestido, sentado en unas gradas, fumaba con la pierna cruzada.
- Maricón de mierda! Dice el taxista
- ¿Cómo va la construcción del metro? Le pregunta Adriano para calmarlo.
- como debe de ir, como una mierda, eso no va a quitar este montón de guaguas y de maricones en Santo Domingo.
- ¿pero ya está terminado?
- No, loco, eso va pa rato y el paí se endeuda y se endeuda.
- Con razón nos cobraron 40 dólares por el servicio. El taxista lo mira como regañándolo y solo Alejandro Fernández canta Mátalas

William viene con una cara entre asombro y sueño. Le toma fotos hasta a las muflas de los carros que están a punto de caerse. Recorremos la Washington, la aguja de la gasolina del taxi marca empty desde que salimos del aeropuerto, yo sigo pensando en la muerte y no se por qué, una mujer trota con su perro por el malecón, las vendedoras de periódicos se concentran en los semáforos y se reparten entre los carriles de la avenida, un motociclista por poco choca contra un Honda Civic.

- ¿Cuál era la dirección? me pregunta el taxista
- Sí, residencial José Contreras, 10 ½ de la independencia, frente a casa España, calle B, edificio 4, manzana 6-.
- Ok para ahí vamo entonce-
y acelera justo después de pasar el obelisco.
- Éste es el obelisco macho. Dice el taxista mientras toca la bocina como un demente.
Entonces pienso que debe de haber un obelisco hembra, pero no se lo digo a nadie. Miro con temor la aguja de la gasolina parpadeando, otra vez la maquinita de que voy para un festival de poesía en mi cabeza.
Llegamos al residencial José Contreras. Había niños que partían a sus escuelas en grupo, señoras con una bolsa de pan en la mano, mujeres que se miraban en un espejito y definían sus labios, empleados recogiendo la basura.
- ¿Señora, Manzana 6?. Le pregunta el taxista a unas señoras que hablaban a la salida de un edificio.
- ¡Ah!, dé la vuelta a estos dos edificios y ¡ahí es!. Dice la que andaba con unos rulos en la cabeza.

Dimos la vuelta a los dos edificios, pero era otro número de manzana y otro número de calle. Ya empezaba a hacer calor y mi espalda se pegaba a los forros del asiento.

- ¿Calle B, Manzana 6?. Vuelve a preguntar el taxista a unas estudiantes.
- Esta es la B, pero de la manzana A. Dice una
- ¿Y la B de la manzana 6?
- No sé.
- Coño, ¿pero onde diablo e?

Damos más vueltas y nadie sabe. El taxista se rasca la cabeza y está a punto de mandarnos al carajo. Adriano se pone a vociferar, William tiene puesto su i pod y no le interesa lo que pasa. Le pregunto a un señor que corta el césped si conoce al poeta Frank Báez.

-¿ al qué?
- al poeta Frank Báez. Le vuelvo a preguntar.
- ¡Ahh no!, acá no vive ningún poeta.
- No le pregunte a gente ignorante. Me dice el taxista y vuelve a poner el cd de Alejandro Fernández.

Un tipo gordo con la gorra hacia atrás, viene con un palo de madera en las manos, juega a beisbolista strike tras estrike.
- antes que me des con ese palo, dime onde queda la manzana 6, edificio 4. le dice el taxista.
El tipo vuelve a fallar con la bola invisible y se ríe.
- bajen dos calles má y doblen a la derecha, ahí etá el edificio que utedes bucan.

El taxista no dice gracias, yo le digo gracias al tipo y se quita la gorra como se hubiese conectado un home run en nuestra esperanza. Al entrar en esa calle, mirè hacia el segundo piso del edificio 4, y allí estaba Frank saludando desde el balcón de su casa. Bajamos las maletas, le pagamos al taxista, tampoco dijo gracias, y no tenía porque, ya nos había soportado lo suficiente. Frank salió en un pijama rojo y una camisa amarilla con un pollo dibujado. Se lo presenté a mis amigos y subimos a su casa. Inmediatamente le entregué unos regalos enviados por sus amigos de Costa Rica y un six pack de Imperial que ojalá haya disfrutado. Hablamos de poetas ticos y dominicanos, compartimos libros, chismeamos un rato. La idea de que iba a un festival de poesía la olvidé por un rato, gracias al desayuno que la madre de Frank nos invitó( el mejor desayuno de todo el viaje). El sol empezaba a subir y en la casa del poeta entraba una brisa recuperante. Después de unas cuantas llamadas Frank logró encontrar la dirección de la pensión donde nos hospedaríamos, y se ofreció a llevarnos. Y mientras conducía, de vuelta por la Washington, nos contaba que en Santo Domingo, a las mujeres feas se les dice grillos. El sol nos pegaba perpendicularmente y los haitìanos vendían agua de coco en la calle. La transición del aire acondicionado a la temperatura ambiente aún no la he podido explicar.

sábado, 23 de agosto de 2008

Sobre el libro de Byron Espinoza: Preguntar el Aire

Nadie sabe dónde está la poesía y nadie enseña a escribir poemas. Alguna vez dijo Bukowski que la única obligación de un escritor es escribir. Así las cosas, leí Preguntar el aire como quién se pone una ropa de dominguear prestada. Me gusto y me disgusto, porque si de algo debe de servir un poema, o en el acto más milagroso, la poesía, es para criticar, reprochar, comunicar, o, en el más prodigioso de los casos, tener la sensación de que te pegan un disparo en la sien o que se te revienta una arteria con tan solo la vibración contenida en uno o dos versos. O en palabras del autor:

Las sirenas y los delfines del universo entero,
Confabulan para convertirse en este poema.

Se discute, en nuestro minúsculo país, de poesía romántica, moderna, posmoderna, vanguardista, socialista, amorosa, rosa, trascendente, marxista, under ground, light, new age, beat, urbana, turrialbeña, ramonense, josefina, suburbana, etc., que ya uno no sabe si son tendencias, movimientos o sectas satánicas que bailan alrededor de una guija poética. Esto al menos le da trabajo a los críticos, si es que hay trabajo, o si es que verdaderamente existe la critica en Costa Rica. En fin, son criterios que a lo mejor nada tienen que ver con la emoción que pueda transmitirle un poema, sea de la época que sea, al lector. No hay mejor agradecimiento para un autor, que cuando un lector desconocido, para bien o para mal, siente algo, cualquier cosa que se le quiebre por dentro y eso es precisamente el intento de Byron, llevar de la mano al lector al inicio del libro, luego, allí dentro, el lector, caminara solo y decidirá, si contesta o no, cada una de las hipótesis sumergidas en los poemas. Rescatable la labor de Espinoza de dejar una hendija de ventilación en cada poema, en ella el lector rastreará y elegirá la idea, o la respuesta que más le convenga de todo el submundo que habita en Preguntar el Aire.
Las imágenes del poemario son antídotos o venenos que rehabilitan o destruyen la retina. El aire es simplemente una excusa, un recurso subordinado en la mano del poeta. El aire es simplemente el peatón elegido entre tantos en la carrera de Byron para que cruce esa autopista esquizofrénica de la edición.

Obsesionado sería el adjetivo para el libro. La primicia de sus preguntas, la orfandad de sus respuestas, son la confabulación necesaria para entender que los poemas saben más del poeta que el poeta mismo. Como si no nos bastara con la filosofía y toda su tropa de griegos que no pasan de moda y que hoy por hoy adornan nuestras libreras o, para los más acomodados bibliotecas; Byron nos trae un crucigrama feroz y hermético, un grito que duerme en la cuna existencial de todo ser humano. Pero no nos dejemos engañar con la abstracción, a veces abusiva, del poemario. O es acaso que la vida misma no es un gran laberinto filosófico? Una duda imprevisible que camina descalza hacia la muerte?. El carnicero piensa, cuchillo en mano, como destazar la res, el coopero razona para mantener el hielo a punto un día de verano, como le vamos a echar el cuento a la vecina que nos gusta, , como evado este mes el cobro de la tarjeta, como mato ese zancudo que de noche no se calla, dejamos un amor gastado o nos seguimos gastando con ese amor, porque se atrasa el tren cuando llueve, como pudo suceder ese accidente de transito, quien hace esos grafittis pornográficos en los baños de los bares, como cabe esa persona obesa en la vespa, habrán asientos disponibles en el bus, estarán cobrando peaje hoy, ira a llover en la tarde, cuantos asesinados serán los top model del noticiario de hoy, siempre una pregunta tras otra, siempre una cuestión opacando a la otra, vivimos en un mundo acelerado e interrogante, un mundo del tanto preguntas tanto vales. Por eso este libro, y, alejándome del afecto que tengo por su autor, carece de soluciones, de verdades absolutas, de tendencias o tiempo, y ese es un acto que se agradece. Porque el aire, contaminado o puro, será siempre aire, y un poeta, un ser que de vez en cuando, tiene la suerte de tener una noche como la de hoy, en que puede tomarse una copa de vino en paz, gratis y lanzar su trabajo, su huerfanito de 54 cabezas, con la convicción de que tendrán menos silencio y mas luz.

Paul Celan creía que el poema era una botella arrojada al mar. Agradezcamos pues a Byron, que los poemas de Preguntar el Aire ya no le pertenecen, naufragan según la dirección del viento cada uno a diferente ritmo, son animales que no se dejan domesticar y que con sus propios dientes aprenderán a defenderse solos.

jueves, 5 de junio de 2008

Comprando ½ 34

“ Y si vas a la calle para borrar tu angustia

otros lloran también”


Polito Ibáñez


Como si llevara una película de Rocky Balboa en los bolsillos, el fin de mes es un gancho fulminante. Es de noche y el inicio del invierno me frena un poco para ir a comprar ese ½ 34 (no sé como escribirlo en chino). Los vecinos de al lado tienen una fiesta a la que, por el virus de la insociabilidad, no me han invitado, ¡ando sin suerte!. Sin paraguas, con rojo y medio en la mano, salgo a la calle desolada del barrio, la lluvia es una tristeza enmohecida que disloca cualquier encuentro con algún desconocido, uno quisiera encontrarse, tal vez, con el médico o al que le debe dinero, con un ángel de la guarda o con el amor de la infancia y comentarle- ¡ qué baldazo! Verdad?. Pero nada; los cables eléctricos escurren lágrimas desde lo alto, los buses pasan con los vidrios empañados y no hay certeza de que vayan pasajeros dentro, las escobillas de los carros van de un lugar a otro del parabrisas queriendo hipnotizar o volver chiflados a los copilotos, los caños están rebalsados y las bolsas plásticas son barquitos compitiendo hacia la nada dentro de su propio cataclismo, el sonido del agua cayendo sobre los techos de zinc tampoco tranquiliza.


Ya en el restaurante chino, en las mesas de afuera, una pareja discute si enviar a su retoño a un colegio de monjas o a uno científico.

-Da igual, total va a ser futbolista franciscano

dice el padre

-o astronauta ateo

Dice la madre

Y sonríe con tristeza emigrante el guarda del local.


El ambiente dentro del restaurante parece una desolada cantina de vaqueros con Juan Gabriel como música de fondo y un borracho en la esquina tararea Querida. En la tele proyectan el abdomen abultado de Brtiney Spears en Guanacaste y los presentadores del noticiario discuten sobre la marca de su bronceador y, en un pequeño recuadro, justamente en las piernas de la estrella del pop, pasan imágenes del último terremoto de la república popular de China, la noticia que continúa es sobre la crisis alimentaria del planeta, luego los sucesos del país, luego los deportes y el amargadísimo historial del Club Sport Herediano en esta campaña; todo un rompecabezas de muy pero muy malas nuevas.

Tomo el menú, finjo que lo inspecciono como si fuera un catador cinta negra de la comida china para llevar, y al final, como hacemos la mayoría, pido medio cantonés ( ½ 34), la esbelta china que me atiende escribe, o casi que dibuja en una servilleta un jeroglífico intendible para mi hambre. Las alas de pollo fritas están de oferta, se venden chuchecas vivas, pescado entero precio según el tamaño, las Toñas frías a 8 tejas y media, certamen de karaoke 5 mil la inscripción, y yo con solo rojo y medio en la mano. Mi ½ 34 está listo, entrego el rojo y medio que viene tibio y voy de vuelta a la casa, a mojarme la otra mitad de mi tristeza. Camino decidido, con la maldad de enseñarle a mis vecinos de la fiesta mi bandejita caliente y los dos confites envueltos en papel de arroz regalo que no esperaba.

martes, 29 de abril de 2008

ÉL

Aprendió a hacer los nudos en corbatas prestadas, los trajes enteros los compra por internet, se corta el cabello una vez al mes y usa gel de sábila traído de Calcuta o Estambul, las medias siempre le combinan con sus lentes de contacto, su reloj suizo y elegante nunca se atrasa, no falta Chopin o alguna música instrumental que, a 80 km por hora, es difícil de escuchar en su Mercedes Benz convertible. Hace mucho que superó el complejo de las orejas grandes. Ni las estadísticas ni tu nombre son importantes para Él. Si le viene en gana vender el pueblo, con toda y su inseguridad social, lo hará sin temor. Su palabra está por encima de Dios o algún Juan Santamaría contemporáneo. Él es dueño de tu Familia y de todos los cañales hasta donde te alcance la vista. El tamaño de su biblioteca es tres veces más grande que las dimensiones de una casa para bien social. Juega ajedrez sobre el mapa del país. Los creyentes dicen que ha hecho un pacto con el diablo, los demás, creemos firmemente que es oriundo de las hienas. Los domingos, cuando cae la noche, y uno es un Lázaro en retroceso esperando que no exista el lunes, Él aparece en la tele comunicando los avances de la patria, pero antes, en el noticiario, informan los aumentos del arroz, la carne, la gasolina, la luz, anuncian las muertes por robos de teléfonos celular, los conductores ebrios, las presas en Chepe, las nalgas de Fulana en (des) cantando por un sueño, la prostitución infantil, el cuerpo en un charral de la mujer agredida. La línea del horizonte se perdió, pero Él no tiene memoria, no hay pañuelo que limpie su conciencia. Tiene amigos chupamedias que reciben todas las balas perdidas dirigidas a su arrugado cuello. Él no lo piensa dos veces en regalar parte de su salario a una escuela, a una familia pobre, y espera que los ciudadanos aplaudan y lo invoquen y tengan afiches suyos en todas las fundaciones y casas de caridad. Él es el Alfa y el Omega, la Santísima Trinidad de la ley, leyenda viva del protagonismo. Intelectualoide aristocrático de los tanques sépticos de la Clase Alta. Él es la mesa de billar, las bolas y los palos. Él es la viagra del subdesarrollo, el amigo que nunca debimos tener, el zopilote de la paz en pleno vuelo, el Chespirito del dólar, la Segua vieja que ya no asusta, el Quijote burgués made in China. Enemigo de las huelgas y del diálogo, arlequín de la empresa privada, pequeño molusco come mocos, malabarista de la fachada y el optimismo, cuatrero sin peligro de extinción. Si por Él fuera, habría en cada esquina de los parques una estatua con su nombre, y tendríamos que tener fe en que las palomas, con su cuita, hagan lo suyo. Esconde un control remoto cargado de esperanza bajo el puño derecho de su camisa, te dirige, te controla, te ordena, te sacude, te domestica, te venda los ojos en medio de una cuerda floja. Él, el Jalisco nunca pierde, sabe tu dirección, tus números, tu cuenta bancaria, tu crédito, tus vicios, tu maqueta de vida. Él, Caín sin mandíbula, Herodes en mocasines, zaguate de playa privada. Borges lo sospecho desde un principio:”Otro cielo no esperes; / ni otro infierno”.