martes, 16 de septiembre de 2008

JARABACOA Y EL POEMINABLE POETA DE LA CAMISA ROJA

Llegamos pasado el medio día a Jarabacoa, justo para el almuerzo y para la inauguración del VI festival de Poesía en la Montaña Jarabacoa 2008. El evento era en el Centro Salesiano, como a unos 2 km del pueblo. Al festival asistirían varios talleres literarios de distintas provincias, como el taller Literario de Bonao, el de Mao y el de San Cristóbal, además de la presencia de poetas de la vieja guardia de Dominicana(no hace falta nombrarlos porque se sabe quienes son). Poco a poco el Centro Salesiano, conforme llegaban los y las poetas con sus boinas, trajes enteros, equipajes y libros, el Centro Salesiano empezó a tomar aire de villa olímpica. Un poeta hablaba de que venía llegando de impartir un taller en una escuela y que graduó a 34 poetas. No sabía que había una escuela de poetas, la primera en el mundo. ¿Para qué?. Me pregunto. ¿O qué hace un poeta con el título de poeta?

Después del almuerzo, fue la apertura del festival, el micrófono estaba abierto a cualquier poeta que quisiera dar inicio al festival y habló entonces el poeminable poeta de la camisa roja.


El poeminable poeta de la camisa roja, fue el primero de leer en el festival. Un hombre tipo Coronel Sanders, con bigote, pero sin receta secreta, inicio su discurso con algunas palabras algo así:

- Soy el poeta de la camisa roja, me siento muy complacido en inaugurar esta escalada poética que vamos a tener por tres días en Jarabacoa. Antes de iniciar mi lectura, quisiera decir una reflexión: Debemos dar muerte a todos esos poetas que desean bachatear la poesía, muerte a toda esa poesía bachatera que no tiene ningún encanto. Porque la poesía tiene que encantar, si no, no es poesía. ¡Muerte al verso libre y a quien los crea!. Por eso es que yo siempre he mantenido la rima en mi obra literaria. Porque, la poesía fue inventada para ser escrita en rima y para adorar la belleza, también escribo endecasílabos los cuales amo, los alejandrinos son mi pasión. Allí en el stand de los libros está a la venta mi disco compacto a $ 350 para quienes están interesados en escuchar mis poemas con mi propia voz.

Después de un silencio profundo e intencionado, leyó algo así como:

El gato
Sentado en el plato
No es un gato
Sino
Una momia de Guanaguato
Pero las flores nacen en el suelo
Y ese es mi consuelo...

- ¡Mae!, creo que nos equivocamos de lugar. Le digo a William al oído para no interrumpir al poeminable poeta de la camisa roja.

-¡Sí mae! pero la poesía tuya no es bachatera, más bien cumbiansera.

Nos reímos tapándonos la boca, pero alguna parte del público(poetas y familiares de poetas) se dio cuenta y nos hizo callar.

-Shhhhhhhh por favor.

Yo me tapé los oídos por unos segundos y solo contemplaba los movimientos de la boca de poeminable, articulaba gestos alargando las oooooooooo o las uuuuuuuu, o las eeeeeeeeeeee y los diptongos o los hiatos y las tildes, alargando la cola del gato y las flores. Leyó, uno, dos, tres, cuatro poemas. Poeminable terminó su lectura y levantó la mano en señal de triunfo, dos personas aplaudieron, poeminable seguía levantando la mano, como un boxeador con la cara irreconocible al final del último round, perdiendo por decisión unánime y levantaba la mano por puro orgullo. Esa fue la única vez que poeminable leyó.

Luego leyeron otras voces poéticas, luego fue el turno del Círculo literario y de escritores de Bonao, luego proyectaban la película La Sociedad de los Poetas Muertos. No fui a ver la película, ya que me quedé en una gradas compartiendo wiskhy con la poetiza Elsa Expósito. Doña Elsa, más que poetiza, es una iniciada creyente en la reencarnación y una periodista, enemiga del oficialismo y una buena compañera de tragos. La noche empezaba a llegar con una nueva lectura de poetas jóvenes de la Fundación Literaria Aníbal Montaño De San Cristóbal, incluso uno de estos poetas cantó hip hop y la noche se despoetizó un poco para bien de la misma noche y del festival. Esa noche conocí a Isidro, a Henry el tipo Polo Che, a Israel, a Augusto Bueno y a Richard y su voz de ultra tumba. Terminaron las lecturas del primer día y empezó la fiesta. William y yo sacamos las botellas de guaro Cacique para compartir con los nuevos amigos del festival. Al principio no les gustó el sabor del guaro, pero poco a poco se les fue durmiendo la lengua y el guaro fue la bebida predilecta esa primera noche. Isis, Rosalina y Alejandro también se unieron a la noche de Cacique. Al frente del Centro Salesiano, estaba un bar medio clandestino donde todos los poetas terminaron la noche. En una mesa principal estaban los poetas oficiales de Dominicana y de pie los poetas jóvenes comentando de quienes estaban sentados en la mesa principal, la mesa principal no se preguntaba quienes eran los poetas jóvenes o no les interesaba el tema y esto le molestaba a los poetas jóvenes. William y yo pedimos un Brugal y nos sentamos con los poetas jóvenes en una mesita escondida a la principal.

- Bueno, o hacen algo para hacerse oír o se ponen una corbata y hacen fila india para estrecharles la mano. Les dije, mientras en vasitos desechables repartía el Cacique.
- ¡Siempre es la misma mierda!, si no escribes como ellos estás frito. Dice Richard mientras arruga la cara con el primer trago.
- Entonces, lo que tienen que hacer es organizarse y no andar llorando y haciéndose la víctima. Dice William
- Coño! Ustedes no entienden nada de lo que pasa acá. Dice Richard.
- Dame más de eso. Me dice Isis señalándome la botella de Cacique.
- Ustedes no saben como es la cosa de la poesía acá. Vuelve a decir Richard. Y volvía a arrugar la cara.
- ¡Puta madre! Vamos a tomar o vamos a llorar?. Además no hay que tomarse la poesía tan en serio o ustedes creen que ese famoso poeta de ustedes vive de la poesía? Les digo en un tono poco violento.
- No, el tipo es banquero. Me contestan en conjunto.
- Ok, a tomar pués.

En la pantalla del bar ponían videos de Wilfrido Vargas y de Sandro. A William y a mí nos gustó la esposa del dueño del bar. William se lo dijo, yo no. Y el esposo, un tipo que además de tener un bar, escribía poemas y además de escribir poemas tenía una esposa muy guapa y además de la esposa, tenía la facha de un luchador greco romano. William se lo dijo y yo no. William casi tiene problemas, yo no. Se acababa la noche y el Cacique. Ya los poetas amigos estaban muy “contentos”. Nos devolvimos mareados al Centro Salesiano, como si toda la Repùblica Dominicana naufragara en medio del Caribe. William y yo decidimos quedarnos a dormir con los compas de la habitación 11 y no en el hotel del pueblo donde nos reservaron. Estaba ya en mi camarote tratando de dormir cuando solo se escuchó una voz de terror:

-¡Raimundo Maricón!

-Es por el Cacique. Le digo a William pero este ya roncaba.

Medité sobre mi primer día en Jarabacoa. Las montañas, los ríos y sus pozas, la ira de los aguaceros, la motoconcho que lleva a la madre, a sus dos hijos y las compras del mercado, las ventas ambulantes de juguetes chinos, el vendedor de cds y dvds de bachata y Spirdeman III, el Colmado y su gente jugando pockér, el kiosko del parque donde los niños le dan la vuelta hasta marearse. Jarabacoa es un lugar poético, excepto cuando llegan los poetas.

Nuestra lectura era hasta en la tarde. Con el ron y la idea de que había sido invitado al festival en mi cabeza traté de encontrar el sueño. Por hoy es suficiente. Cacique Costa Rica 2, poetas jóvenes de Dominicana 0. Brugal Dominicano 2, Poetas de Costa Rica 0.

martes, 9 de septiembre de 2008

República Dominicana

Pasamos frente a The Girls House

La noche la terminamos tarde. La iniciamos en una mesa del Conde, viendo pasar a todos los transeúntes de la Zona. Digamos que estar sentado en el bulevar de la Zona, es como estar sentado en la Avenida Central de San José pero con sudor, sin lluvia y con una Presidente en la mano, y en vez de la tentación de tocarle las nalgas a la escultura de la Chola, en Santo Domingo dan ganas de espantar las palomas que cuitean las nalgas de la mujer que escribe al pie del monumento de Cristóbal Colón. Estamos en la mesa Basilio Belliard, Valentín Amaro, poetas dominicanos, Adriano Corrales, William Pérez, y yo. William se concentra en unas chicas que pasan y que no le dan pelota, los otros tres poetas hablan sobre el Festival de Poesía en la Montaña Jarabacoa 2008 y de toda la comitiva de poetas que asistirá, yo, mientras tiro la ceniza del cigarrillo, pienso si Sofía se habrá acordado de regar las plantas y de pagar el recibo de la luz de la casa. Anochece y la luz amarilla de los mercurios empieza a encenderse, de pronto la Zona se vuelve amarilla, amarillas las botellas de Presidente, amarillo el negro que me ofrece Mamajuana y no marijuana, amarilla la idea recurrente de que voy para un festival de poesía, amarillas las uñas plásticas de la mulata que pasa y nos saluda, amarillo el cenicero, las mesas y las servilletas, amarillo el bigote del turista que fuma Camel a lado de nosotros, amarillo el sonido de las voces del bar, amarilla la mirada del niño que quiere limpiar mis zapatos.

- Mister, ¿le limpio los zapato?
- No amigo gracias.
- Entonce regáleme algo pa comprame unas tenni.

Le doy 10 pesos y el niño pone cara de mentarme la madre, se va para otra mesa y el turista que fuma Camel no le da nada, el niño se aparta de las mesas y empieza a caminar, yo lo sigo con la vista, hasta que se pierde entre la multitud que se detiene frente al Hard Rock Cafe a tomarse fotos.

Nos vamos de los Condes con el poeta Basilio Belliard a la presentación de la novela: La Breve y Maravillosa Vida de Oscar Wao(premio Pulitzer 2008) del escritor Junot Díaz en el hotel Meliá. Nos costó encontrar parqueo. Llegamos justo cuando Frank Báez inicia el conversatorio con Junot, el salón está a reventar, al lado de Junot se sienta una señora que lo único que hizo fue leer una frase y mover la cabeza afirmativamente durante toda la presentación. Junot habló de su obra de una manera sencilla y divertida.

- No sé de donde sacan a veces eso de que los escritores deben de sufrir mucho para hacer una buena obra. Le dice un hombre a una rubia que estaba a su lado.
- Mira, acuérdate de Rimbaud y Heminway, fueron tipos que el diablo los persiguió hasta la muerte. Contesta la rubia.
- Eso es lo que tu crees, lo de ellos era pura pose, los tipos en realidad se la pasaban bien, creo que la gente confunde soledad con dolor.
- Bueno sí sí, pero shhhh cállate, no seas irrespetuoso. Dice la rubia y se hace una cola en el pelo con una liga.

El aire acondicionado está a full y el sudor de mi frente empieza a desaparecer. La presentación finalizaba con preguntas que le hacía el público al escritor. Una mujer pregunta que en qué debería de cambiar República Dominicana.

-Fácil, juntar a todos los políticos y estallarles una bomba atómica. Contesta Junot.

Casi grito que inviten también a los políticos o algunos cantantes de mi país. O creo que lo grité pero por los aplausos de la gente nadie me escuchó. Un tipo que llevaba tamaño rato de levantar la mano, le dieron el micrófono para hacer su pregunta:

- Junot disculpa, es que ya me tengo que ir, me estoy muriendo de hambre y quiero tener el honor de ser el primero en tener tu libro autografiado.

El tipo se dirige hacia el escritor y este se lo firma.

- Al menos este tipo tiene huevos. dice Junot.

El evento termina con degustaciones y copita de vino incluida. Frank me presenta a su novia y a algunos de sus amigos, dentro de ellos está Homero Pumarol, un poeta dominicano que junto a Frank, me han enseñado que la poesía esta ahí no más, que no es cuestión de diccionario ni inspiración, sino más bien, como decía Max Jiménez: “de agacharse y recogerla en cualquier parte”.
Salimos del Meliá con Basilio y regresamos a la Zona, caminamos por calle Las Damas, William y yo de nuevo con una presidente en la mano, Adriano habla con Basilio sobre un poeta cubano, que escribió un gran poema sobre el Colmado. William y yo hablamos de Apocalipsis now y de la escena del helicóptero, un carro pasa con la suspensión averiada y pega el parachoques trasero cada vez que hay un desnivel en la calle.

- ¡Mae!, oiga esa lata de atún como suena. Me dice William.
- Sí mae, pero ninguno de nosotros tiene una lata así en Chepe.
- Tenés razón, uno va a otro país a jugar de turista y en el nuestro, a veces, no tenemos ni en qué caernos muertos.
- Es un problema de cultura.
- Como
- Si si mae, hay gente que ahorra hasta dos años para vacacionar una semana, y el día del viaje, aunque vengan para un país caluroso como este, se ponen un traje entero para lucirlo en el aeropuerto.

Notamos que nuestra conversación no tiene sentido y caminamos en silencio, el carro con la suspensión averiada ya no se ve, pero a lo lejos se escucha el rebote de su parachoques contra el suelo

Llegamos al bulevar y hay música electrónica en uno de los café. Ya son más de la media noche y decidimos irnos a la pensión donde estábamos alojados. Antes, hicimos parada en un colmado, una Presidente jumbo, tres vasos y un surtido de embutidos con queso. Basilio no toma.. Una pareja baila un merengue de Jossie Esteban y la patrulla 15, el tipo se mueve lento, su apariencia esbelta y pálida junto con su traje negro le dan un aire de cochero de Drácula, la tipa se mueve con sabor, anda descalza, falda rosada, pelo rizado y sonrisa de femme fatale, el tipo baja su mano y le roza una nalga, la tipa le sube la mano y le da una palmada como regañándolo, él sonríe y le muerde una oreja, ella hace su cabeza hacia atrás y empieza a mover las caderas como un péndulo. Nos terminamos la cerveza y todos tenemos cara de sueño, otra vez la electricidad en mi cabeza de que iba para un festival de poesía, William y Basilio bostezaban, Adriano concentrado en el péndulo. Salimos rumbo a la pensión, en el parque Independencia unas sombras encendían el bazuco, las calles desoladas, Basilio no hacía las señales de Alto sino que pitaba, yo cerraba los ojos en cada esquina. Nos despedimos de Basilio. Al entrar a la sala de la pensión nos encontramos unos gringos carcajeándose viendo Big Mamas en la tv por cable, la chica de la administración nos saluda, el sonido de los ventiladores era una clase de yoga para los mosquitos. En la habitación al lado de la nuestra se escuchaba una ducha abierta, me imaginé al cochero de drácula y la femme fatale terminando su merengue.

William y yo amanecimos con resaca y de nuevo con una Presidente en la mano. Llegamos a la estación de Caribe Tours media hora antes de que el autobús partiera rumbo a Jarabacoa, el guaro Cacique y los poemas en el equipaje. Allí conocí un grupo de poetas jóvenes de Santo Domingo invitados al festival, Nicole, Rosalina, Isis y Alejandro. Alejandro no era poeta, era médico masoquista que acompañaba a su novia a un festival de poesía. Se escuchó una voz por los parlantes que en la fila 12 estaba el bus que nos llevaría. Poco a poco nos fuimos alejando de Santo Domingo, en un muro de las afueras de la ciudad se leía el graffiti:”Cristo está pronto a venir, arrepentíos”. El efecto de la aspirina y la idea del festival de poesía se reencontraban en mi cabeza.

viernes, 5 de septiembre de 2008

República Dominicana (día 1)

De un aeropuerto a otro


Llegar a República Dominicana no fue fácil. Primero: conseguir mi boleto, segundo: pagar un taxi de San José al aeropuerto, tercero: ir a un festival de poesía, cuarto: ya en el aeropuerto, ver la cara de mi amigo William subiéndose a un avión por primera vez, quinto: recordar nuevamente que iba a un festival de poesía. El vuelo se atrasó hora y media en mi país y como tres buenos ticos nos quedamos en la sala de abordaje mirando el partido de Saprissa, que como buenos ticos también disfrutamos su perdida. Compramos en la duty free unas botellas guaro Cacique en son de hermandad para los poetas dominicanos (eso es otra historia). Ya en el avión, William anhelaba la ventana, al final, nos dieron asientos separados; Adriano y yo de un lado, William en otro asiento al lado del pasillo, William no hizo cucharas pero casi. Siempre me pasa lo mismo cuando despega un avión y voy dentro, pienso en la muerte, en un aterrizaje forzoso en medio del océano, o que el avión parta en mil pedazos un ave nocturna y siempre toco la parte de abajo de mi asiento para comprobar si efectivamente está mi chaleco salvavidas; ahí estaba. El avión despega y me despido de mi país en silencio, mientras tanto, los esposos rusos, sentados a dos filas de nosotros, juegan con sus hijos gemelos y les cantan canciones de cuna en ruso. Me imaginé a Chejov pensando en caca de bebe y pañales para escribir sus cuentos, me dio risa, Adriano me mira asustado. Estamos sentados a pocos metros de los que viajan en clase ejecutiva, una simple cortina nos divide de clase social o aérea, porque en esta aerolínea no existe la primera clase, es decir, lo que no sucede en la tierra, existe en el cielo aunque sea por unas horas. La aeromoza reparte pan y refrescos con una sonrisa angelical pero laboral, no le creo, William trata de mirar por la ventana pero el señor canoso de su lado tapa la ventanilla, Adriano lee Mi Siglo de Gunter Grass y estornuda. Me duermo por hora y media y pude haber soñado. Uno de los gemelos rusos grita y me despierto, sus quejidos son un balazo directo a la sien, la madre le trata de hablar cariñosamente pero su idioma no se lo permite. Se escucha en los parlantes que pronto aterrizaremos en Santo Domingo, el rusito deja de llorar. Es de madrugada y el avión va aterrizando en cámara lenta. Tardamos un rato en salir del avión porque la puerta de salida se atoró. Salimos con el pasaporte y el cacique en la mano, la poesía bien escondida (eliminar rima) en las maletas. Pagamos el impuesto de turista y cumplimos con el papeleo de migración, caminamos por un pasillo desolado hacia la puerta de salida del aeropuerto las Americas. Allí había gente con pancartas que levantaban cada vez que veían a alguien con cara Jack Solommer, Ana Vestarga, Ulises Vispenta o algo así. Salimos con la ilusión de ver a los amigos del festival de poesía Jarabacoa 2008. Pasó una hora, dos, nadie llegó por nosotros y esta bien me dije, además no somos poetas griegos para que nos tiraran flores o nos esperara la prensa o la academia. Nos quedamos hasta el amanecer en unas bancas. Pensé de nuevo que iba para un festival de poesía y me deprimí. De vez en cuando salía a fumar donde estaban los taxistas, pasaba del aire acondicionado del aeropuerto a la temperatura ambiente y es una sensación difícil de explicar. Pregunté a los taxistas a que hora salía el bus hacia Santo Domingo y me contestaron que qué coño era eso. Amaneció alrededor de las 6 30 AM, Adriano y William dormían con lentes oscuros sobre una banca, de fondo, el rótulo del Super Hipódromo Sports, la mujer de la limpieza parecía que apostaba con el guarda a ver cual de los dos poetas se despertaba primero, cualquiera diría que eran una ojerosa banda de rock que no renunciaba a los años 70. Los dados se habían tirado, nadie iba a venir por nosotros. El único chance de salir del aeropuerto lo tenía en mi billetera, el número de teléfono de la casa de Frank Báez. Supuse que Frank ya estaba levantado, me dirigí al teléfono público más cercano y solo funcionaba con monedas de 5 pesos, compré un Mangú en la soda del aeropuerto para tener suficiente cambio. Marqué el teléfono y se escucharon tres timbrazos, me contesta una señora, que al final resultó ser la madre de Frank:
- Buenos días señora, ¿se encuentra Frank Báez?
- ¿Padre o hijo?
Me quedo razonando unos segundos, pensando que si el Frank que conozco tiene hijos, a lo mejor me contestaría un niño.
-¡Hijo!. Contesté con duda y quedé a la espera. Al rato contesta Frank con voz soñolienta y lo que acá vengo escribiendo en dos páginas
se lo dije en 15 segundos. De momento Frank no entiende y se corta la llamada.
- ¡Puta sal¡. Grité con furia.
Una mulata con un revólver en la cintura me miro de reojo y de nuevo más y más monedas de 5 pesos. Al final Frank me dijo que fuera a su casa y ahí nos calmábamos un poco.
- Ok, dije. Apuntando en una servilleta la dirección. El día apenas empezaba


Llegar a la casa de un Poeta

Después de regatear un rato con el taxista, no hubo forma de que nos bajara la tarifa del taxi. Le doy la dirección de la casa de Frank, las maletas en la joroba del taxi y dentro de las maletas los poemas. Tomamos la autopista hacia Santo Domingo. El taxista, un tipo moreno, de unos 65 años, con lentes culo de botella, zigzagueaba de un carril a otro, nuevamente pienso en la muerte y que voy para un festival de poesía. A 110 km por hora, el mar caribe parecía un gran dragón chino que se despertaba. Nos fuimos adentrando a la cuidad con Alejandro Fernández como banda sonora. Había embotellamiento en el puente Duarte, las motos pasaban hasta con cuatro personas guindadas en ellas, las guaguas a reventar, la vista a la ciudad invicta, el taxista no usaba las direccionales y de vez en cuando tocaba la bocina con el codo. Doblamos a la derecha y pasamos por debajo del puente buscando la Washington, un travestido, sentado en unas gradas, fumaba con la pierna cruzada.
- Maricón de mierda! Dice el taxista
- ¿Cómo va la construcción del metro? Le pregunta Adriano para calmarlo.
- como debe de ir, como una mierda, eso no va a quitar este montón de guaguas y de maricones en Santo Domingo.
- ¿pero ya está terminado?
- No, loco, eso va pa rato y el paí se endeuda y se endeuda.
- Con razón nos cobraron 40 dólares por el servicio. El taxista lo mira como regañándolo y solo Alejandro Fernández canta Mátalas

William viene con una cara entre asombro y sueño. Le toma fotos hasta a las muflas de los carros que están a punto de caerse. Recorremos la Washington, la aguja de la gasolina del taxi marca empty desde que salimos del aeropuerto, yo sigo pensando en la muerte y no se por qué, una mujer trota con su perro por el malecón, las vendedoras de periódicos se concentran en los semáforos y se reparten entre los carriles de la avenida, un motociclista por poco choca contra un Honda Civic.

- ¿Cuál era la dirección? me pregunta el taxista
- Sí, residencial José Contreras, 10 ½ de la independencia, frente a casa España, calle B, edificio 4, manzana 6-.
- Ok para ahí vamo entonce-
y acelera justo después de pasar el obelisco.
- Éste es el obelisco macho. Dice el taxista mientras toca la bocina como un demente.
Entonces pienso que debe de haber un obelisco hembra, pero no se lo digo a nadie. Miro con temor la aguja de la gasolina parpadeando, otra vez la maquinita de que voy para un festival de poesía en mi cabeza.
Llegamos al residencial José Contreras. Había niños que partían a sus escuelas en grupo, señoras con una bolsa de pan en la mano, mujeres que se miraban en un espejito y definían sus labios, empleados recogiendo la basura.
- ¿Señora, Manzana 6?. Le pregunta el taxista a unas señoras que hablaban a la salida de un edificio.
- ¡Ah!, dé la vuelta a estos dos edificios y ¡ahí es!. Dice la que andaba con unos rulos en la cabeza.

Dimos la vuelta a los dos edificios, pero era otro número de manzana y otro número de calle. Ya empezaba a hacer calor y mi espalda se pegaba a los forros del asiento.

- ¿Calle B, Manzana 6?. Vuelve a preguntar el taxista a unas estudiantes.
- Esta es la B, pero de la manzana A. Dice una
- ¿Y la B de la manzana 6?
- No sé.
- Coño, ¿pero onde diablo e?

Damos más vueltas y nadie sabe. El taxista se rasca la cabeza y está a punto de mandarnos al carajo. Adriano se pone a vociferar, William tiene puesto su i pod y no le interesa lo que pasa. Le pregunto a un señor que corta el césped si conoce al poeta Frank Báez.

-¿ al qué?
- al poeta Frank Báez. Le vuelvo a preguntar.
- ¡Ahh no!, acá no vive ningún poeta.
- No le pregunte a gente ignorante. Me dice el taxista y vuelve a poner el cd de Alejandro Fernández.

Un tipo gordo con la gorra hacia atrás, viene con un palo de madera en las manos, juega a beisbolista strike tras estrike.
- antes que me des con ese palo, dime onde queda la manzana 6, edificio 4. le dice el taxista.
El tipo vuelve a fallar con la bola invisible y se ríe.
- bajen dos calles má y doblen a la derecha, ahí etá el edificio que utedes bucan.

El taxista no dice gracias, yo le digo gracias al tipo y se quita la gorra como se hubiese conectado un home run en nuestra esperanza. Al entrar en esa calle, mirè hacia el segundo piso del edificio 4, y allí estaba Frank saludando desde el balcón de su casa. Bajamos las maletas, le pagamos al taxista, tampoco dijo gracias, y no tenía porque, ya nos había soportado lo suficiente. Frank salió en un pijama rojo y una camisa amarilla con un pollo dibujado. Se lo presenté a mis amigos y subimos a su casa. Inmediatamente le entregué unos regalos enviados por sus amigos de Costa Rica y un six pack de Imperial que ojalá haya disfrutado. Hablamos de poetas ticos y dominicanos, compartimos libros, chismeamos un rato. La idea de que iba a un festival de poesía la olvidé por un rato, gracias al desayuno que la madre de Frank nos invitó( el mejor desayuno de todo el viaje). El sol empezaba a subir y en la casa del poeta entraba una brisa recuperante. Después de unas cuantas llamadas Frank logró encontrar la dirección de la pensión donde nos hospedaríamos, y se ofreció a llevarnos. Y mientras conducía, de vuelta por la Washington, nos contaba que en Santo Domingo, a las mujeres feas se les dice grillos. El sol nos pegaba perpendicularmente y los haitìanos vendían agua de coco en la calle. La transición del aire acondicionado a la temperatura ambiente aún no la he podido explicar.