miércoles, 3 de diciembre de 2008

Siete puntos para no pensar

Algunas anotaciones al libro “Para no pensar” de Ricardo Marín

Por: Diego Mora(poeta y narrador costarricense)


1. El manejo del lenguaje es exquisito. Es sintético y auténtico. Tiene una voz propia, que ha venido puliendo con los años hasta entregar esta ópera prima que en sus 36 poemas y a sus 31 años encierra una sobriedad y habilidad comunicativa extraordinaria: “Las clases de spinning fueron una estafa en tu cintura/…eso en tu nalga es una celulitis o un camanance” (Desigual).

2. Desde el punto de vista idiosincrático, el libro de Marín es coronadeño. Su lenguaje popular nos da a conocer el Bar Pachis (uno de los bares de “chicheros” en “Coro centro”), el Bar Jikiros (bar antiguo del pueblo), además de la Calle 155 (que cruza la zona comercial del centro) y su Barrio Santa Marta, entre muchos otros lugares; que junto a los personajes marginales que los pueblan (mendigos, borrachos, piedreros, niños explotados, etc.) nos dejan una imagen muy detallada y profunda de lo que es el Coronado de principios de siglo XXI: “Frente a Pachi’s, el niño de las melcochas espera a su padre alcohólico. Mientras, ve pasar su infancia en unas monedas que no le pertenecen” (Instantáneas, calle 155). Éste hecho marca su poemario como una estampa comprometida de su comunidad, cosa que muy pocos han hecho. El ejemplo más conocido es “El Jaúl”, del también coronadeño Max Jiménez, pero desde otra óptica y evidentemente desde otra posición social diferente a la de Marín.

3. La rabiactividad (ese concepto que trata de condensar la rabia por las injusticias con la acción social) está presente a lo largo del libro, como un fiel reflejo del compromiso con las clases populares. Hay denuncias del tráfico en las calles (en el poema Hora pico), de la inoperancia del gobierno local […y abren municipios por las mañanas/creyendo de alguna forma/ser parte de la historia porque/toman café con el gobierno (poema IV)], del alto costo de la vida [“Entre el recibo de la alarma/y el pago del guarda en bicicleta/el fin de mes es un gancho fulminante” (poema 34-A)]; ejemplos que nos dejan una sensación de denuncia social abierta y en franca oposición: “Bienaventurados los pobres de canasta básica, porque ellos trabajarán dos o tres veces” (poema IV).

3. “Sobrio/sos un cínico insoportable”, dice Marín en su Ars poética. Y es que el autor lleva el cinismo a su máxima expresión: la risa. Pero no una risa de entretenimiento sino de resignación. El cinismo se encuentra en una etapa de gran apogeo principalmente en las generaciones poéticas más recientes, debido a la impotencia y la falsedad que significaría hablar de utopías a estas alturas del capitalismo. En este sentido la poesía costarricense atraviesa por una etapa cínica que se opone por ejemplo al estilo debraviano de lucha popular izquierdista o de los trascendentalistas que sólo buscaban “la belleza del mundo” o de la generación de las luchas populares centroamericanas (Corrales, Retana, Ochoa) que de una u otra manera retomaba las concepciones debravianas. Esta nueva generación en la que podemos adscribir a Granados, Chaves, Trejos y por supuesto a Marín lleva un tono poético donde el sarcasmo es el pan de cada día, mezclado con ese mal llamado posmodernismo que inevitablemente nos ha acercado al mundo “del i-pod y la web” como menciona el propio Marín en el poema “Heidi”. Sus críticas jocosas nos dejan un sabor amargo en los labios: “En el fracaso de un huevo frito nace uno revuelto de menor tamaño/…allá lejos/despierta una guerra/donde todas estas cosas/no amanecen” (Bagdad 7am).

4. Vemos la presencia de un yo lírico de gran autenticidad, que sabe de lo que está hablando y lo dice con la autoridad del que está inmerso en ese mundo; que se muestra con total franqueza y desnudez: “Sudo por igual en los karaokes y en las iglesias/ni tan siquiera soy un buen tipo/el plastigel me hace caspa/no sé bailar cumbia/y la china del restaurante no me da pelota/soy el anónimo que toca el timbre y sale corriendo” (El empujado). Este lenguaje coloquial y pueblerino en cuanto al contenido es lo que convierte el libro en una obra sumamente original y llena de verdades cotidianas de una clase media cada día más resignada a la clase baja.

5. Los poemas de la segunda parte se caracterizan por su corta extensión, casi tirando a haikus: “Aplastada en la calle/y con lápiz labial/la colilla del cigarro/humea” (poema III). Por su parte los poemas de la tercera parte y final tienen una similitud de contenido: todos son elegías a mujeres, algunas marítimas, otras aéreas, Bo Derek en fotografía, la muerte, chicas universitarias…todas evocando momentos y circunstancias: “despeinada/no es que te veás más guapa/en este poema/pero con un toque de suerte/tal vez lo leás/y me marche por un rato a dar una vuelta/y te mienta/y me calle” (Desigual).

6. La añoranza de una época anterior queda plasmada constantemente en el poemario: “A fin de cuentas/prosperaste en glamour/…en la poza del pueblo/tu cuerpo fue un lirio desnudo bajo los pinos” (p.50). A lo largo del libro encontramos referencias a antiguos compañeros de escuela, chicas de pozas que enseñaban los calzones a los 13, encontramos a su abuelo Pata’e pluma; y es un regreso triste y difícil de asimilar: “entro a esta casa como quien entra/a un campo minado y da con las herencias:/la esquizofrenia en las várices de mi vieja/la epilepsia en los lentes del viejo” (Regreso).

7. Comprar el libro de Ricardo y no esperar a que él te lo regale será una muestra digna de aprecio por su obra y por ende también del resto de artistas locales que con gran esfuerzo y dificultades publican sus trabajos. Lo menos que podemos hacer es leerlo como corresponde y esperar que algún día alguien lo tome por azar de nuestro estante de libros y lo deje también prevenido para no pensar.

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