Los borrachos
suben las gradas de la iglesia de dos en dos
las bajan de espalda
en un solo brinco
al caer al caño acurrucan sus caras hinchadas
y se duermen
se duermen con el hedor enfermo
maldiciendo sus bolsillos
los borrachos cuidan carros
a la hora de la misa
destilan la limosna
la esperanza
y todos sus candados
nunca gritan en la calle
se esconden de las procesiones
esperando que un meteoro
les abra la garganta
y a la hora de la muerte
los borrachos no lloran
esperan la última lluvia
con la boca abierta
ahorcando palabras
sobre una noche delgada.
lunes, 19 de febrero de 2007
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