viernes, 5 de enero de 2007

3,2,1,...

Libras de más, brindis por motivos que no recuerdo, el antojo saturado hasta la barbarie con la pierna de cerdo, fiestas en que si se hubiesen dado en otro momento del año carecerían de tanto sentimiento anónimo, abrazos conocidos a desconocidos con un árbol artificial de fondo, televisión de fin de año donde parece que lo único que entretiene a los ticos es: o una silicona moviéndose junto a un cuerpo de mujer o un humor de silicona burlándose de un cuerpo, la voz en Radio Reloj dando el último conteo. En fin, el 2006 acabó al igual que “las vacaciones”. Viene el 2007 tomado por los cuernos. No hay metas aún porque sigo los movimientos de una mujer, y son sus pasos, no los míos, los que me sostienen en este año impar. Hoy, por ejemplo, no existió en la mañana la hora pico y una docena de su nombre preguntaba por el mío.
Aplastada en la calle
manchada de lápiz labial
la colilla del cigarro humea.

Me Afeito Los Viernes

Este edificio tiene
45 puertas, 14 armatostes de aire acondicionado,
25 computadoras que pasan encendidas 8 horas diarias, divididas en:
trabajo, emails cursis, pornografía y música desde el reguetón hasta Mozart,
2 fotocopiadoras- fax- escáner , un horno de microondas que calienta a medias,
32 ventanas que, 3 dan la vista al parque, y por supuesto,
son de la oficina del gerente, miles de hojas blancas donde se puede escribir la mejor poesía del mundo, una obra maestra, o al menos, una obra alumna,
cientos de lapiceros, de los cuales, 5 fueron condenados al basurero por subrayar la palabra amor, cajas de clips multicolores, registros donde los apellidos se transforman en números, un refri donde se guarda parte de la canasta básica, sin oportunidad para congelar deseos y pensar en tiempos mejores, una TV donde el fútbol y las telenovelas del mediodía son las calorías extra del almuerzo, 28 escritorios viejos pero amplios sobre los cuales hay 28 teléfonos y ladran amigo, ladran señal que trabajamos, dos baños por sexo donde hay rollos de papel higiénico como si la mierda, la orina y el sudor no se fueran a acabar, una empleada que limpia, lava, recoge, hace el amor y el 75% del personal desconoce su nombre, archivos, fólderes, calendarios, corbatas, espejos, faldas, anteojos, tijeras y grapadoras que, madres abnegadas las raptan por las noches para hacer las tareas con sus hijos, y al amanecer, cuando nadie las mira, con una cara de inocencia las devuelven a su sitio.
A las 5 en punto de la tarde, todos los empleados salimos por la misma puerta, dándole la espalda a este edificio que, según el último censo, nos aparta del subdesarrollo.