martes, 29 de abril de 2008

ÉL

Aprendió a hacer los nudos en corbatas prestadas, los trajes enteros los compra por internet, se corta el cabello una vez al mes y usa gel de sábila traído de Calcuta o Estambul, las medias siempre le combinan con sus lentes de contacto, su reloj suizo y elegante nunca se atrasa, no falta Chopin o alguna música instrumental que, a 80 km por hora, es difícil de escuchar en su Mercedes Benz convertible. Hace mucho que superó el complejo de las orejas grandes. Ni las estadísticas ni tu nombre son importantes para Él. Si le viene en gana vender el pueblo, con toda y su inseguridad social, lo hará sin temor. Su palabra está por encima de Dios o algún Juan Santamaría contemporáneo. Él es dueño de tu Familia y de todos los cañales hasta donde te alcance la vista. El tamaño de su biblioteca es tres veces más grande que las dimensiones de una casa para bien social. Juega ajedrez sobre el mapa del país. Los creyentes dicen que ha hecho un pacto con el diablo, los demás, creemos firmemente que es oriundo de las hienas. Los domingos, cuando cae la noche, y uno es un Lázaro en retroceso esperando que no exista el lunes, Él aparece en la tele comunicando los avances de la patria, pero antes, en el noticiario, informan los aumentos del arroz, la carne, la gasolina, la luz, anuncian las muertes por robos de teléfonos celular, los conductores ebrios, las presas en Chepe, las nalgas de Fulana en (des) cantando por un sueño, la prostitución infantil, el cuerpo en un charral de la mujer agredida. La línea del horizonte se perdió, pero Él no tiene memoria, no hay pañuelo que limpie su conciencia. Tiene amigos chupamedias que reciben todas las balas perdidas dirigidas a su arrugado cuello. Él no lo piensa dos veces en regalar parte de su salario a una escuela, a una familia pobre, y espera que los ciudadanos aplaudan y lo invoquen y tengan afiches suyos en todas las fundaciones y casas de caridad. Él es el Alfa y el Omega, la Santísima Trinidad de la ley, leyenda viva del protagonismo. Intelectualoide aristocrático de los tanques sépticos de la Clase Alta. Él es la mesa de billar, las bolas y los palos. Él es la viagra del subdesarrollo, el amigo que nunca debimos tener, el zopilote de la paz en pleno vuelo, el Chespirito del dólar, la Segua vieja que ya no asusta, el Quijote burgués made in China. Enemigo de las huelgas y del diálogo, arlequín de la empresa privada, pequeño molusco come mocos, malabarista de la fachada y el optimismo, cuatrero sin peligro de extinción. Si por Él fuera, habría en cada esquina de los parques una estatua con su nombre, y tendríamos que tener fe en que las palomas, con su cuita, hagan lo suyo. Esconde un control remoto cargado de esperanza bajo el puño derecho de su camisa, te dirige, te controla, te ordena, te sacude, te domestica, te venda los ojos en medio de una cuerda floja. Él, el Jalisco nunca pierde, sabe tu dirección, tus números, tu cuenta bancaria, tu crédito, tus vicios, tu maqueta de vida. Él, Caín sin mandíbula, Herodes en mocasines, zaguate de playa privada. Borges lo sospecho desde un principio:”Otro cielo no esperes; / ni otro infierno”.